12.3.08

¡Mala gente!

Puede que desde hace años sepa que soy mala por naturaleza y no me haya querido dar cuenta de ello. Pero sí, en efecto, soy una mala persona.
Pero es que en realidad todos lo somos.

Creo que puedo asegurar que en la mayoría de ocasiones nuestra felicidad se basa en la "destrucción" de otras personas (literalmente hablando, claro). Ya puede ser nuestro mejor amigo, nuestra pareja, o sorprendentemente, un miembro de nuestra familia; incluso puede ser una persona a la que admires enormemente. Pero indudablemente muchas veces la admiración se convierte en odio, o mejor dicho envidia, y no desearías otra cosa que a esa persona le cayera un yunque del techo, en plan correcaminos, al que nunca le acaba sucediendo nada.

Por eso somos malos. Lo dudamos y lo negamos, pero siempre hay alguien por encima de nosotros, y ese alguien, en consecuencia, es el punto central de nuestras conspiraciones personales (que nunca llegan a hacerse realidad). Quizá lo único que necesitas es que se desmorone y te abrace y te diga "estoy destrozado/a", para que de tus labios salga la típica respuesta "todo tiene arreglo", mientras una perversa sonrisa aparece en tu cara de mala persona. Oh, entonces sí que somos malos.

Deseamos que ese alguien sea dejado por su pareja, que se desmorone psicológicamente y que nosotros seamos su apoyo incondicional, o que simplemente arrastre una mala racha con los estudios o el trabajo...

Quienquiera que lea esto pensará "yo no soy así", pero en realidad sí que lo es, simplemente porque ser persona 'a secas' conlleva ser mala persona en alguna que otra ocasión.

Esta vez no aceptaré un no por respuesta. Touché.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo no considero al ser humano malo ni bueno por naturaleza. Eso son tonterías moralistas autoflagelatorias. La Iglesia nos impone una moral que acabamos interiorizando y nos culpamos por incumplirla. Tonterías. Está bien, a veces somos unos hijos de puta, muchas veces, pero hay otras que no: a veces reímos, compartimos, ayudamos, a veces besamos y lo damos todo por alguien. Eso también cuenta. Pero de eso no habla la Iglesia ni nadie. No somos mala gente, somos gente, sólo eso, todo eso.