20.12.07

Diferente.

Hoy veo el mundo con otros ojos.
La mañana ha transcurrido con total normalidad y parte de la tarde también. Aprisa y corriendo a la hora de comer, que, como siempre me quedo embobada (ésta vez por la película de Romeo y Julieta en versión "moderna"), aunque siempre salgo corriendo y consigo no perder el bus.
Para mi sorpresa, hoy logré tomar un sitio al lado de la ventana, y ante la mirada reprobatoria de la universitaria que se sentaba a mi lado, saqué el libro que estoy leyendo ahora ("Veronika decide morir", Paulo Coelho) y me sumergí en otra(s) vida(s) diferente(s). El tiempo pasó y llegué como cada tarde, a la escuela de idiomas.
Algo empezó a cambiar desde el momento que la profesora puso villancicos en francés (algo que a mucha gente no le haría ilusión, pero a mí si) y empezaron a sonar aquellas melódicas voces, que me recordaron el motivo exacto de por qué estudio francés. Simplemente porque me encanta.
Cuando salí acompañada del aire frío decidí que iría andando los cuatro kilómetros que separan mi casa de la escuela de idiomas (respondiendo a la muda pregunta: no, no estoy loca, simplemente me gusta andar) y pensé que todo sería monótono y simplemente aburrido (como cada vez que salgo de aquél lugar, cuando sencillamente, se acaba mi emoción por un día) pero minutos después me encontré con una compañera de la clase de francés, una de ésas personas que no permiten el comienzo de ésos silencios tan incómodos, que simplemente da conversación y aunque no sean temas demasiado trascendentales es algo totalmente inverosímil e improbable para una persona como yo; haciendo que sienta posible aún un intento de relación social (cosa también imposible en mi caso). Cuando se despidió de mí dijo "Feliz Navidad", lo que dice todo el mundo en éstas fechas, pero no lo dijo de esa manera obligada que tanto odio, sino de verdad. De verdad. De...Bueno, ya me entendéis. Sin saber por qué me sentí acorde con aquello que se dice del espíritu de la navidad, que por ejemplo alguien te diga esa simple frase y tú se lo agradezcas interiormente, simplemente porque es algo que te llena y te arranca una sonrisa incluso minutos después.
Seguí por mi camino, y rato después me encontré con una persona conocida, algo que normalmente me saca de quicio sin saber el motivo, en cambio hoy pude sonreír francamente y soltar un escueto "hola". Aquello por menos raro que pareciera en alguien común, para mí que normalmente resulta un esfuerzo -me encuentro en tensión- esa vez fue demasiado fácil.
Seguí de nuevo por mi camino, admirando las calles, fijándome en cada una de las miradas de las personas que pasaban a mi lado, con el frío viento acompasando mi rápido caminar...Las luces de navidad por doquier, niños, adolescentes, hombres y mujeres, ancianos...Llegué al campo San Francisco, ahora con los árboles desnudos, en el que apenas me adentré y volví a salir hacia el paso de peatones.
Una anciana me dio un toque en el brazo y me preguntó si la podría ayudar a cruzar porque no veía bien. Aquello me chocó, soy una de esas personas que creen que muchas cosas pasan solamente en los libros o películas. Pero no, aquella vez era yo la adolescente que ayudaba. Aquella mujer se aferró a mi brazo, y caminando más lentamente cruzamos. Cuando llegamos a la otra acera me miró y me dio las gracias. Aún recuerdo su mirada de sincero agradecimiento. Reitero que aquello para mucha gente no hubiera sido algo especial, pero me sentí útil, y algo así no se puede pagar ni con todo el dinero del mundo. Sonreí durante varios (muchos) minutos, mientras recordaba las últimas palabras que le había dirigido a aquella anciana "no se preocupe, no me molesta, de nada" Algo que me haga sentir llena y útil, no sabía que era eso lo que necesitaba (o al menos en ése momento).
Minutos después, aún en el centro, quise hacer una de mis visitas relámpago a la biblioteca, pero como siempre, me tuve que topar con una obra y por no rodear...Seguí mi camino.
Siempre recorro el casco antiguo, y ésa vez no era para menos. Llegué a la plaza del ayuntamiento, cuya fachada estaba adornada con cientos de pequeñas bombillas, no sin la presencia de la mujer de la ONCE haciendo negocio delante del edificio..., no soy de ésas personas que desean que la suerte les acompañe, vamos, a mí lotería la mínima, pero decidí que la próxima vez que la viera le diría "feliz Navidad", de verdad. Me dio por pensar dónde estaría ella en Noche Buena ¿tendría familiares con los que cenar? ¿pareja? ¿amigos?, sin conocerla de nada, excepto de verla sin falta delante del Ayuntamiento deseé que pasara unas buenas y felices navidades.
Continué, y me metí en la "calle de los turistas", como la llamo yo, una entrañable callejuela ovetense, donde durante el verano puedes encontrar a todo tipo de personas hablando alemán, francés, inglés, en una pequeña terraza que instalan a las puertas un pequeño bar-cafetería de la misma calle. Y donde ahora, en invierno, no hay terracita, pero hay todo tipo de personas en un local donde hacen exposiciones, o curioseando en una tienda para zurdos donde puedes encontrar las camisetas más ingeniosas, o comprando en un kiosko de la calle paralela, o bebiendo un copazo en un bar que hace esquina con el Ayuntamiento, o sobre todo, en la heladería Diego Verdú, donde hay decenas de personas intentando comprar turrón.
En la misma calle pasé también delante de una librería en la que nunca entré, pero de la que siempre curioseo el escaparate, ahora ante la mirada inerte de un reno de lucecillas navideñas.
Entre tanto, encontré a otra persona conocida, a la que saludé con la misma alegría 'no-simulada' que en la ocasión anterior. Tampoco sin esfuerzo.
Llegué a la plaza de la catedral, donde un extenso belén corroboraba la proximidad de la navidad, y sobre todo la felicidad de muchas personas que lo observaban con interés. Desde las alturas, como no, custodiaba toda la escena la catedral...no pude evitar levantar la cabeza y admirar su estilo gótico, con arcos imposibles en la única torre, con aquellos arcos enormes, también me fijé en el campanario, lo que me recordó la primera escena de La Regenta -la única escena que he leído por el momento-. Justo al lado se hallaba la luna, con un levísimo resplandor tapado casi por grises nubes que amenazaban -y amenazan- con una inminente tormenta (o simplemente, lluvia).
Volví a las callejuelas, saliendo poco a poco del casco antiguo, volviendo lentamente al siglo XXI.
A partir de ahí todo fue normal. Al llegar a casa comprobé que nunca me había costado tan poco hacer los deberes y estudiar un poco.
Este sería un día normal para mucha gente ¿verdad?
Para mí ha sido extraño. Pero conseguí verlo todo de diferente manera, de manera especial sin perder la sencillez de cualquier vida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Hola!
Un post largo y "diferente". Me alegro que veas hoy el mundo con otros ojos, aunque a mí me gustaban ya los que tenías :P

Hay días que inexplicablemente son buenos. Sin embargo, yo no creo en lo inexplicable y a veces, analizando objetivamente algo, se puede hacer una idea de por qué las cosas son como son.

Has visto parte de Romeo y Julieta (supongo que la de Di Caprio), has leído a Coelho, que siempre hace pensar (¿has leído El alquimista?) has ido a Francés y te has divertido, has ayudado a una anciana a cruzar (a mí me pasó hace unos años algo parecido y me pareció algo realmente trascendente en mi vida, más de lo que muchos puedan pensar), te has encontrado con dos conocidos y les has saludado con una sonrisa sincera, ¡sincera! (a mí lo de los saludos me mata), has andado por la ciudad, has sido libre... y luego lo has contado todo, lo has escrito. ¿Cómo no va a ser un día bueno? Un abrazo.

PD: ¡Feliz Navidad! jeje.